Vida Estudiantil

Huinay: crónica de una aventura que no tiene fin

21 de Enero 2022

Llegar a la Fundación Huinay es un desafío, pero lo vale. Su biodiversidad, paisajes e historias por contar, hacen de esta una experiencia digna de escribir. Mencionar lo hermoso del lugar sólo sería un borrador, pues su  atractivo es mucho más enriquecedor.

Eran un cuarto para las doce del día y, de forma ansiosa, miraba de reojo el celular. Mi esperanza intacta confiaba en que el paso del tiempo sería más rápido a la espera de la barcaza “Huinay” con destino a las instalaciones del centro de investigación.

La imagen del volcán de Hornopirén de fondo ‒digna de una postal‒, junto al aroma del café recién hecho de los locales a mi alrededor, eran parte de un escenario que extrañaba luego de dos años de encierro. El viento patagónico soplaba intensamente, mientras la gente se encerraba en sus automóviles en fila, todos impacientes, para subirse al transbordador rumbo a la carretera austral.

“Llegó”, escucho más allá, mientras un grupo de individuos se acercaba al muelle. Eran los docentes del curso sobre mezclas de aguas oceánicas en el marco de la Huinay Seasonal School. Al igual que yo, estaban a la espera de la pequeña embarcación que nos llevaría al fiordo Comau (o Leptepu) entre altas montañas y escarpadas riberas.

En un vaivén logramos subirnos a la lancha. Un viaje rápido e intenso, donde la vista y la conversación fueron los pilares fundamentales de este encuentro.  A la distancia, poco a poco, se asomaba nuestro destino.

La Fundación San Ignacio del Huinay cuenta con 34 mil hectáreas de terreno protegido, en la cual se asienta un centro de investigación inédito e impresionante en nuestro país. Su fachada ‒bastante característica‒ refleja inmediatamente el enfoque principal del recinto: un laboratorio natural.

Lo más llamativo de este lugar no recae en el hecho de estar en pleno bosque andino patagónico, sino en la forma en cómo está pensado el espacio, donde flora y fauna conviven en cada rincón y facilitan de forma única su estudio.

Desde cisnes de cuello negro hasta pumas, la variedad de especies de la zona es impresionante, al igual que los distintos fenómenos naturales que la rodean.

Es allí donde, precisamente, recae la mayor fortaleza de este centro: los efectos del cambio climático que acontecieron en el fiordo y la posibilidad de proyectar a gran escala estos sucesos a nivel global.

Este pequeño cuerpo de agua puede servir como guía a los cambios que están por venir, asumiendo un rol relevante en el estudio sobre ecosistemas. Una oportunidad única e imprescindible de cara a las alteraciones futuras.

A días de iniciado mi viaje, solo puedo enfatizar en mis motivaciones para continuar. El lugar, junto a las relaciones de trabajo, crean un ambiente reconfortante y misterioso que invita a seguir explorando. Es una aventura que no tiene fin y que, espero, jamás lo tenga.

Por Manuel Narbona*
Escuela de Periodismo PUCV

*Manuel es estudiante de la carrera de Periodismo y durante el verano realizará una pasantía en la Fundación San Ignacio del Huinay.